Iniciemos con el Mensaje del Arzobispo de San José sobre la Misión, Monseñor Hugo Barrantes Ureña.
1. Un nuevo Pentecostés
“En vastas regiones de la tierra, la fe corre el riesgo de apagarse como una llama que se extingue” (Benedicto XVI, Fátima, 12 de mayo 2010). Para responder a esa amenaza, se celebró el Concilio Vaticano II y, recientemente, la Conferencia de Aparecida. El Vaticano II inició una nueva primavera, un nuevo Pentecostés. Abrió las puertas y el viento fresco del Espíritu que sacudió la Iglesia. El Vaticano II no fue un punto de llegada sino un punto de partida.La Conferencia de Aparecida, iluminada por ese faro del Espíritu, se ha dado a la tarea de recuperar la misión como prioridad en la Iglesia. Es necesario realizar un cambio profundo: se necesitan personas nuevas (conversión pastoral), capaces de crear estructuras nuevas. Se debe partir del protagonismo del Espíritu Santo; sin Él los planes se vuelven estériles. “Se ha puesto una confianza tal vez excesiva en las estructuras y en los programas eclesiales, en la distribución de poderes y funciones, pero ¿qué pasaría si la sal se volviera insípida?” (Benedicto XVI, 11 mayo 2010).
2. Misión Continental
Ponemos en sus manos las acciones del Plan Estratégico, las cuales se deben realizar en las Vicarías y en las Parroquias de la Arquidiócesis, durante el año 2011, para poner en marcha la Misión Continental.
Este es el fruto de un largo y arduo camino de reflexión de los pastores y de los fieles de la Arquidiócesis. Se ha recopilado la experiencia pastoral de ocho años de las Parroquias y de la Vicarías, en sintonía con las grandes líneas del Documento de Aparecida.
La cultura de hoy es como un mosaico, se mezclan los valores tradicionalmente cristianos con elementos paganos, con tendencias materialistas: la constante es cerrarse a la trascendencia y eliminar la religión. Prevalece el afán de la satisfacción inmediata de consumir o de poseer bienes materiales, de llegar al éxito fácil o de lograr una parcela de poder. Es decir, la cultura cristiana está en proceso de descomposición y con ello, los cristianos estamos siendo arrastrados, casi sin darnos cuenta, a una forma de vida incompatible con nuestra fe.
El Documento de Aparecida, toma las palabras del papa Benedicto XVI y nos dice que hoy “nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad pero, en realidad, la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad” y añade: “Tenemos un alto porcentaje de católicos sin conciencia de su misión de ser sal y fermento en el mundo, con una identidad cristiana débil y vulnerable” (DA, 286).
De aquí nace la necesidad de relanzarnos de nuevo a la misión, de convertirnos en discípulos misioneros. Es la propuesta que nos ha hecho Aparecida. Lo primero es recordar que: “No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados… A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DA, 12).
“¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de "sentido de verdad y amor, de alegría y de esperanza! No podemos quedarnos tranquilos en nuestros templos…"” (DA, 548).
El viento de este nuevo Pentecostés nos mueve para que: “Llevemos nuestras naves mar adentro, con el soplo potente del Espíritu Santo, sin miedo a las tormentas, seguros de que la Providencia de Dios nos deparará grandes sorpresas” (DA, 551).
Queridos sacerdotes, consagrados y fieles: Misión Continental es la respuesta de la Arquidiócesis a la voz del Espíritu. En la Iglesia no existen espectadores; es necesario tener una conciencia colegial; pastores y fieles somos coresponsables en esta tarea que nos espera en el 2011. Nuestra Arquidiócesis, formada por discípulos-misioneros, nunca será un baúl en donde se guardan los recuerdos del pasado, sino un jardín que siempre florece con la fuerza del Espíritu.
Que María, perfecta discípula misionera, nos acompañe y nos aliente.
Les saluda y bendice,
Mons. Hugo Barrantes Ureña
Arzobispo de San José